viernes, 15 de febrero de 2013

Convocatoria

25 de Mayo de 2010
A la conmemoración de 75 aniversario del verano de 1936 en Buñuel.

A la atención de: Santiago Mayayo.
Alcalde del Muy Ilustre Ayuntamiento de Buñuel

Muy Señor Alcalde:
Como usted sabrá muy bien, los próximos meses de julio y agosto del inmediato año 2011, se cumplen setenta y cinco años de los días más trágicos de la historia de nuestro pueblo.
Cuarenta días que cambiaron muchas vidas.
Hasta la vida misma del pueblo.
La vida de todos nosotros.
La vida.
Aunque muchos mal pensantes piensan lo contrario, yo, estoy plena y fehacientemente convencido de que usted mismo, y la corporación que usted preside, estarán abiertos a hacer lo posible para la puesta en valor y en conocimiento de las generaciones venideras, lo que sucedió en nuestro pueblo en aquellos días. No tengo ninguna duda de que en entre nosotros, nadie desea que se olviden aquellos funestos acontecimientos.

Para que sirvan de estructura del recuerdo, estará conmigo, que para la rememoración de aquello, se han de programar unos actos singulares cargados de verdad y de sentido, a iniciativa de quien quiera que sea. Actos, con los que sin dejar lugar a dudas, se conmemoren estos sucesos de una vez y para siempre… aunque no fuera del gusto de nadie conmemorarlos.
No creo que pueda ser de otra manera:
Un reconocimiento sincero, como nunca se ha hecho antes, que dignifique por parte de las gentes de nuestro pueblo aquellas muertes.
Y a sus viudas que murieron acalladas.
Y a sus hijos que todavía lloran emocionados la muerte de sus padres.
Y a los muchos nietos que en estos días andan buscando a sus abuelos.
Y aunque se remuevan todos los espantos así debe ser.
Y aunque todavía hay mucho miedo, estoy seguro de que así será.
Y tan persuadido estoy, de que tanto usted como su corporación estarán dispuestos a colaborar con la financiación y la organización de los eventos de recuerdo, que se los voy a relacionar a continuación:

La tarde del  sábado 23 de julio 2011.

A las cuatro de la tarde de ese día en 1936 habían sido asesinados el alcalde y el secretario del Ayuntamiento en los bajos de la casa consistorial. Sobre este día de recuerdo, creo que se puede hacer un reconocimiento de lo que sucedió ese verano, ante los hijos de todos aquellos asesinados que todavía quedan con vida en el pueblo, Un reconocimiento a aquellos otros hijos que están volviendo a concluir su vida a la tierra en la que los parieron. Y un reconocimiento a otros tantos huérfanos que nunca jamás volvieron a pisar las calles de su pueblo, y que sin duda estarán este día agradecidos sin que nadie desee que agachen la cabeza.

El acto habría que hacerlo en la misma calle, en el carasol. En ese punto de la calle en el que pega el sol: por la mañana, al mediodía y por la tarde.  Allí, al chaparrón de calor, aquel verano, los familiares preocupados acudieron día tras día: a preguntar sin encontrar respuesta.
A preguntar donde estaban los suyos.
A preguntar qué habían hecho con ellos.
A preguntar donde podían ir a recuperar sus restos.
No sé si sabrá usted que a día de hoy, después de que se haya abierto la fosa común del cementerio de Magallón, en el que al parecer había enterrado un grupo de Buñuel, ¡todavía hoy¡ quedan 20 asesinados cuyos cuerpos nadie sabe dónde están, porque se sabe que fueron esparcido por la redonda… pero nadie sabe exactamente dónde.

También es de estricta humanidad que el homenaje se celebre en la calle, en el carasol, puesto que, aunque no creo que sea preciso recordar y tener presente, que allí, en el salón de plenos del ayuntamiento, estuvieron los padres de casi todos ellos encerrados: amenazados y torturados, durante muchos días. Algunos de ellos estuvieron hasta que fueron llevados al calvario, y no sería correcto homenajear en semejante cárcel a sus hijos.

En este acto y en los días siguientes, como un reconocimiento expreso a los hijos de los asesinados y desaparecidos de lo que ocurrió en aquel verano tremendo, se entregará de manera gratuita a toda la persona que lo solicite una obra colectiva titulada:
 Buñuel. Verano de 1936. De la esperanza al terror.
Obra de verdad cruenta, de rubor exacerbado, de miedo sostenido, de memoria que atormenta y de recuerdo amargo. Labor penosa de pasar a limpio la tragedia y de leerla a ratos. Obra en la que se relata: aquellos tiempos, aquellas circunstancias y aquellas personas víctimas y verdugos. Una  evocación aterradora: unos y otros de nuevo cara a cara, mirándose a los ojos, con las manos desatadas y las pistolas descargadas.
La obra contiene los siguientes apartados:
·    Introducción.
Un repaso a la memoria colectiva y selectiva que se ha sembrado en nuestro pueblo en los últimos años.
·    Ayer tarde.
Relato de una represión a los familiares y a los descendientes de los asesinados que dura ya más de setenta años. Huérfanos a los que han deslegitimado como testigos de lo que en realidad ocurrió.
·     Biografía de Alfonso Marquina.
El alcalde republicano.
Desde los recuerdos de niña de su hija Alicia.
·    Asesinato del Alfonso Marquina y Martín Domingo.
Alcalde y secretario del Ayuntamiento. Dos personas nobles venidas de otros pueblos pero que se entregaron al nuestro como si hubieran sido sus hijos. Este hecho todavía sigue vivo en la memoria de muchas personas.
·    Ideas Políticas de Fausto Lasheras.
Las ideas sociales que trataron de traer un poco de justicia social al pueblo. Fausto no pretendía en aquellos tiempos ir más allá de que: que no faltara cada día un plato de comida en cada casa del pueblo, independientemente de: de quién sostuviera la propiedad de la tierra.
·   La esperanza.
Un repaso al periodo republicano de nuestro pueblo. Años en los que se vivieron días irrepetibles en los que se alimentó el alma buñuelera.
·   El terror.
Día a día, los cuarenta días de oprobio.
Muerto a muerto los cincuenta y un muertos sin razón
·  Cartas de desamor.
Cartas de una mujer en la que se da cuenta cotidiana de los días más señalados de aquel periodo republicano.
Una obra que dejará constancia a perpetuidad de aquellos días.

La tarde noche del viernes al sábado 26 y 27 de agosto.

Y sin olvidar que en los días que transcurren del 23 de julio al 26 de agosto fueron asesinados otros 23 vecinos de Buñuel en distintas sacas, el recuerdo de estos acontecimientos se culminará esta noche.
Para esta anochecida, habrá una convocatoria a todos los nietos del pueblo, a toda la generación que nació en los años cincuenta a setenta, para recorrer las calles del Buñuel más viejo, casa por casa de los veinticinco hombres y una mujer que asesinaron aquella noche. Paseo que se dará en el mismo orden en el fueron cargados los inocentes a las camionetas de la muerte.
El recorrido se realizará acompañados de un gran grupo coral. Parando en cada casa. Cantado en cada parada con una sola voz el canto a la libertad del Fidelio de Bethoven traducida la letra del alemán. Aria desgarradora, con voces roncas y broncas, voces como aquellas que debieron sonar aquella noche en la que por la gracia de dios hubieron de subir al cielo 26 almas impulsadas por la fuerza poderosa de un dedo en el gatillo.
Sin duda será una noche de estremecimiento.

Queda sin concretar cómo se puede hacer en las casas de aquellos otros tres hombres que pudieron escapar, y como se puede hacer en las casas de los otros tres más, que cuando fueron a buscarlos no estaban, pero que fueron detenidos al día siguiente y asesinados de inmediato.
Así es como se hará.
Porque es de justicia.
Porque no puede ser de otra manera.
Porque muchos querrán que así sea.
En la confianza de que podré contar con su colaboración y que usted contará con la mía, aprovecho la ocasión para solicitar con este mismo escrito: el permiso pertinente para celebrar estos actos en mi propio nombre y bajo mi única y exclusiva responsabilidad.

Esperando sea de su atención.

Muy atentamente.

3 comentarios:

  1. Este comentario es un acercamiento a lo que sucedió en Buñuel la noche de 26 de Agosto de 1936

    Esta es la noche más trágica de la escarda que se hizo sin piedad entre los republicanos de Buñuel.
    Una noche que a algunos llenó de gloria y a la que entre todos cubrieron la luz de la luna con el silencio.
    Se ha podido saber después de setenta y cinco años, que en poco más de media hora, un grupo de más de cuarenta vecinos de Buñuel, armados, atravesaron el pueblo siguiendo la carretera y fueron sacando de sus casas en los cruces de las diferentes calles a 25 hombres y una mujer.
    Los gritos de desespero de las madres, y de los hijos agarrados a sus faldas pidiendo clemencia, de nada sirvieron para calmar la sed de justicia de los criminales. Entre todos los esforzados falangistas, los cargaron a una camioneta para sacarlos del pueblo a matar. Los maniataron entre ellos en una cordada que uniera sus últimos alientos y de la que no pudieran escapar a la muerte que algunos de sus propios vecinos para ellos, habían sentenciado sin remisión.
    Tres hombres todavía pudieron salir corriendo.
    A otros seis hombres no los pudieron cargar y los asesinaron en los alrededores del cementerio.
    Al resto de los arrancados los fueron acribillando en los pueblos del campo de Borja. Nada quedó vivo salvo el eco de su recuerdo.
    Once de sus cuerpos todavía siguen desaparecidos.
    Casi todos estos hombres salieron de sus casas a la muerte creyendo, que con sus vidas, salvaban las vidas de sus mujeres y de sus hijos. Por ello no habían salido antes del pueblo cuando se inició el alzamiento en armas de los militares, la guardia civil y los falangistas, animados por la Iglesia Católica.
    Para esa noche, en el pueblo ya se habían cometido más de veinte crímenes. Es una noche que la gran mayoría de los vecinos desconocía que hubiera sucedido y que tenemos el propósito de que año tras año se recuerde porque es necesario para la salud de una población que su historia se conozca y más si su historia contiene hechos tan espeluznantes como el que recordamos este día.
    El día más trágico de la historia del pueblo en la que ahora dicen las instituciones democráticas que no pasó nada.

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  2. En la obra Mi amigo el viento, Jesús Navarro cuenta como llegó el alzamiento militar a Buñuel

    La primavera ha pasado empujando al verano. Los campos grises y tristes se desbordan como una catarata de color lujuriosa y armónica, inundando el ambiente del olor del verde y de las flores multicolores. El agua corre abundante por las acequias llevando vida a las plantaciones y a las hortalizas que se ven crecer a la vista. Por momentos, es el olor a tierra recién regada el que perfuma las mañanas llenas de borbotones de una luz, que parece reírse de las sombras. Este ambiente de euforia vegetal hace sentirse a los hombres extrañamente felices y optimistas. Jesús al punto de la mañana ha salido con su amigo Argimiro a dar una vuelta con un pequeño caballo y un carro que tiene hecho a su medida para ayudar a su padre en su trabajo de carnicero, y ayudarle a recoger unos corderos engordados especialmente para las fiestas. Al paso han llegado hasta la entrada de la barca que cruza el río. En la fontana que nace bajo el armatoste de madera y cemento que soporta el tensor de la sirga para sujetar en el mismo punto la barca de las corrientes del Ebro, beben agua para calmar la sequedad que en sus bocas han dejado sus primeros cigarros. Hablan de sus cosas, y sus cosas en estos tiempos rondan sobre las posibilidades que tienen de marchar a la ciudad al acabar el verano. Aquí en el pueblo nada tienen que hacer. Además dicen los que lo han visto, que en las industrias de la capital por el jornal ¡se paga casi a tres duros, seis días a la semana...! cuando aquí con seis pesetas vas que te matas y hasta te mueres. Sus dieciséis años alimentan sus sueños. Vuelven al pueblo, pensativos, subidos en el carro por la carretera cuando oyen desde lejos un gran griterío. Hay gente en la misma carretera en la puerta de la Sociedad de Agricultores.
    - ¿Qué estará ocurriendo?
    - ¡No lo sé!.
    - Será un nuevo enfrentamiento.
    - ¿Otro? ¡Pero si el secretario fue a Pamplona el otro día a informar al gobernador civil de lo que estaba pasando con los falangistas y a pedir ayuda!
    - ¡Si dicen que le prometieron que iban a tomar medidas!
    Jesús salta al suelo y sale corriendo en dirección a los gritos. Se asusta sin llegar a saber qué pasa, al reconocer a las personas que componen el grupo que se hace ver gritando. Vuelve sobre sus pasos desandando parte del camino y después de doblar las dos calles que llevan hacia el carasol, ve, no muy lejos, un nuevo grupo de mujeres acompañadas, escoltadas, de varios guardias civiles armados que se desgañitan dando gritos en actitud amenazante. En ese momento se une a las mujeres un grupo de hombres mayores.
    - ¡Muera la República!
    - ¡Muera Azaña!
    - ¡Viva José Antonio!
    - ¡Viva Calvo Sotelo!
    Al mismo tiempo, todos los congregados hacen el saludo fascista. Brazo derecho estirado al frente un poco por encima del hombro y la mano, juntos los dedos, abierta hacia el suelo. Son mujeres sin delantal, algunas esposas de algunos caciques, otras solteronas de vocación, todas en gris oscuro perpetuo. Mujeres fanáticas de mucha confesión y misa de madrugada gritando desbocadas. Hombres autoritarios que cumplidos los cuarenta años dejaron de trabajar. La situación va tomando una vida propia con aires de tragedia.

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  3. Es la mañana del veinte de Julio del año treinta y seis. Jesús presiente en el viento que corre en todas direcciones, que algo muy grave está a punto de fraguarse. Los enfrentamientos que hubo hace unos meses, cuando un guardia civil le pegó un tiro al cartero; y pocos días después, cuando también al alcalde le hirieron de bala. Las dos fechorías cometidas seguramente por hombres pagados con miseria, habían sido actos aislados de individuos desequilibrados. Ahora no, ahora son todos los que se levantan liderados por los falangistas. Echa a correr por la calle por la que ha llegado y se dirige a la plaza que corta la carretera. Cerca queda la Casa del Pueblo. Allí también la gente se agrupa en la calle. Todos son hombres que después de todo, todavía siguen siendo gentes de izquierdas. Las mujeres, más temerosas, han quedado en sus casas.
    - ¿Qué está pasando?
    - ¡Ha habido un levantamiento militar contra la República! ¡Parece que en varios pueblos se ha sublevado la Guardia Civil! ¡Los falangistas quieren ocupar el Ayuntamiento y constituirse en la única autoridad local!
    - ¿Y ahora qué va a pasar?
    - ¿Qué se puede hacer?
    - ¡Por lo pronto, sabemos que lo que no podemos hacer es perder la calma!. ¡Ya han avisado por teléfono al Gobernador Civil! ¡Veréis cómo apenas llegue la Guardia de Asalto de Pamplona todo habrá terminado! ¡Mejor si nos tranquilizamos!
    La tensión emocional es patente e incontrolada. Media hora después, pasa por la Plaza de los Fueros un grupo de personas de derechas. Algunas de ellas llevan la mano metida en el bolsillo del pantalón empuñando sus pistolas, haciendo visibles las culatas de las armas sin ningún recato. Uno de ellos es el sacristán, que marcha contoneándose como suelen hacerlo los matones, al mismo tiempo que sonríe de una forma entre maliciosa y provocadora. Serán las armas que dicen que tenían escondidas detrás del Altar Mayor de la Iglesia. Al instante, Jesús recuerda que cuando corría, después de haber visto a la Guardia Civil y a las mujeres gritando, había pasado por delante del almacén de Isidoro Escribano y le había llamado la atención que salían seis o siete jóvenes eufóricos. Eran precisamente los jóvenes que pasan ahora armados por la plaza. Seguramente se habían reunido allí para armarse con las pistolas que posiblemente también tenían escondidas allí y que ahora mostraban.
    Esa misma mañana, a primera hora, muchos trabajadores habían salido hacia sus parcelas, con la azada al hombro, haciendo ver que iban a trabajar. Algunos dicen que salen del pueblo para esconderse en el campo hasta ver qué pasa. Algunos de ellos, sin embargo, ya se van con intención de escapar. Sólo los más confiados y los que tienen familia a su cargo se quedan en el pueblo. Nadie de entre los de las izquierdas tiene noticias fehacientes de lo que está ocurriendo en Madrid y de lo que está disponiendo el Gobierno de la República. En el Bar Coimbra, el bar en el que se reúnen las derechas, tienen aparato de radio, y de allí, tan sólo salen la noticias favorables al levantamiento militar en muchos puntos de la península que parece ser la causa de lo que está pasando. Dicen que se ha declarado el Estado de Guerra en Pamplona. Los reunidos en torno al local del sindicato no saben a qué atenerse, ni lo que deben hacer en estas circunstancias, ni siquiera conocen si son ciertas las noticias que llegan a sus temores desde las euforias de los falangistas. El silencio poco a poco se calienta. Jesús ve que los jóvenes de derechas desde la calle de la Amargura exhiben sus armas, con la Guardia Civil de su parte, de forma amenazadora contra el grupo de jornaleros que se encuentra en medio de la carretera. A la puertas del sindicato siguen llegando algunos hombres mayores. Las gentes de izquierda no tienen armas, tan sólo alguno de los presentes dice que guarda una mala escopeta de caza en casa. Nada pueden hacer salvo esperar y no hacer caso a las provocaciones.

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